Hace un par de semanas me compré una falda de pana muy mona en una tienda de segunda mano por tan solo cinco dólares, una ganga. Después de llegar a casa con ella la lavé y le cosí el botón que le faltaba con la esperanza de ponermela al día siguiente (tengo la manía de estrenar todo lo que me compro cuanto antes mejor ;oP). El problema fue que justo al día siguiente bajaron las temperaturas a menos cero y ¿quién es lo suficientemente valiente para ponerse falda en esas condiciones por muy de pana que sea, eh?
Pero las ganas de estrenar la falda se quedaron ahí y al final esta mañana me he armado de valor. Hacía sol afuera, lo cual por estas tierras lo único que significa que si vas por la calle y estas en el lado que da el sol solo te congelas medio grado menos. Aun y asi el sol me ha animado y después de tres capas sobre mis piernas, una de medias, otra de leotardos y una tercera de calcetines largos, he estrenado mi falda.
Una vez llegada a Chicago el paseo desde la estación a la parada de autobús (tan solo unos diez metros) ha sido mortal. Hoy debe de hacer como unos menos veinte grados centígrados pero estoy segura que la sensación térmica es de menos veintipico casi treinta. A pesar de llevar las piernas "al descubierto", muy a mi sorpresa, la parte de mi cuerpo que ha sufrido más mientras esperaba al numero siete ha sido mi nariz. Respirar a menos veinte grados centigrados no es tarea facil. Cuando inhalas el aire a estas temperaturas las partes humedas de las paredes interiores de tu nariz empeizana cristalizarse tirando de la piel y los vasos sanguineos...en pocas palabras: ¡joder que dolor!
Al fin, el numero siete ha llegado y mi agonía ha termindao viajando acurrucada en un asiento azul.
lunes, febrero 05, 2007
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